Cuando se piensa en la historia de la programación, la figura de Ada Lovelace (1815-1852) es fundamental. A pesar de haber vivido un siglo antes de que se construyera la primera computadora electrónica, esta matemática y escritora es reconocida como la primera programadora de la historia. Su genialidad no solo se manifestó en sus cálculos, sino en una visión que trascendió la tecnología de su época.
Lovelace trabajó junto a Charles Babbage, inventor de la "máquina analítica", un precursor mecánico del ordenador moderno. Fue en sus notas sobre la traducción de un artículo de Babbage que Ada Lovelace escribió lo que hoy se considera el primer programa de la historia: un algoritmo detallado para calcular los números de Bernoulli. Su trabajo no fue un simple cálculo, sino una secuencia de instrucciones paso a paso que utilizaba conceptos de programación que hoy consideramos básicos, como bucles y variables.
El verdadero aporte de Lovelace, sin embargo, fue su comprensión visionaria. Ella vio que la máquina analítica, aunque diseñada para procesar números, podía manipular cualquier tipo de información simbólica. Su "Nota G" de 1843 es un documento seminal que distingue entre el simple cálculo y el concepto de computación, una idea que anticipó el funcionamiento de los ordenadores modernos. Aunque su trabajo fue ignorado durante décadas, su legado fue redescubierto en el siglo XX, y hoy su nombre simboliza la contribución de las mujeres a la ciencia y la tecnología.